A veces, las niñas y los niños dibujan con prisa, como si quisieran sacar algo de dentro. Otras veces lo hacen con calma, repitiendo formas, explorando colores, deteniéndose en un detalle. Lo que para los adultos puede parecer un simple entretenimiento, en el mundo infantil puede convertirse en un gesto profundamente expresivo.
En el espacio terapéutico, el dibujo no es solo una técnica. Es, en muchos casos un lenguaje propio, una forma de decir sin palabras. La expresión de lo que no se puede nombrar.
Cuando una niña o un niño dibuja durante una sesión de terapia, no se le pide que explique qué ha hecho. No se interpreta su dibujo como si fuera un test. Lo importante no es encontrar un “significado oculto”, sino acompañar lo que va ocurriendo mientras dibuja: el gesto, el trazo, los silencios, el vínculo que se va tejiendo mientras crea.
Dibujar puede ser un acto de presencia, de confianza. A veces es también un modo de regulación emocional. No siempre hace falta hablar para que algo se transforme.
Juego, dibujo y palabra. Acompañamiento con familias para cambios reales en casa y en la escuela.
Porque en la infancia, muchas veces, lo que se siente no se puede nombrar todavía con palabras. La rabia, el miedo, la vergüenza, el deseo de acercarse o de alejarse… pueden expresarse antes con un color o una forma que con un discurso.
En el acompañamiento terapéutico, lo importante no es acelerar ese proceso, sino ofrecer un entorno seguro donde lo simbólico pueda desplegarse con libertad. El dibujo es una de esas puertas, a veces abre paso a la palabra. otras veces abre paso a la experiencia de ser visto y comprendido sin exigencias.
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