Una habitación para la serpiente

El dibujo como refugio psíquico en la infancia

En terapia infantil hay días en los que los niños no traen demasiadas palabras, pero sí algunos objetos cargados de sentido. Hace poco, por ejemplo, un niño con el que solíamos jugar a juegos de construcción, llegó a la sesión con una serpiente pequeña de juguete. No había teatralidad en su gesto, pero sí una manera particular de mostrarla, como si trajera consigo algo que necesitaba ser visto desde otro lugar.

En esta sesión, a diferencia de otras en las que solíamos construir con cubos, el niño quiso dibujar. No porque se lo sugiriese, sino porque había algo necesitaba ser representado. Quiso dibujarle una habitación a su serpiente. Le hizo una cama, una mesilla, y le colocó un ventilador. «Por si tiene calor», dijo con una sencillez que conmovía. Detrás de ese gesto, aparentemente cotidiano, se abría la posibilidad de imaginar una elaboración psíquica en curso.

El dibujo como lugar propio

Muchos niños atraviesan etapas de inestabilidad emocional cuando los adultos a su alrededor atraviesan procesos de separación. Las mudanzas, los nuevos horarios, los espacios que cambian de función o que quedan a medio armar. Todo eso genera movimientos en su mundo interno, que aún no siempre pueden expresar en palabras.

En ese contexto, el dibujo puede volverse una herramienta de organización y de síntesis. Dibujar una habitación no es solamente imaginar una arquitectura: es construir simbólicamente un lugar propio, estable, con elementos que den continuidad y sentido. Y cuando esa habitación es para una serpiente, hay también un gesto de cuidado, de protección, y quizás una forma de cuidarse a sí mismo por medio del juego.
Al caer la noche, cuando las luces se apagan y el entorno se vuelve más difuso, muchos niños manifiestan temores que no siempre saben explicar. El miedo a dormir solos, las excusas para prolongar el momento de ir a la cama, las demandas de objetos transicionales o luces encendidas… Todo ello puede formar parte de un intento por sostener la continuidad del yo en momentos de desconexión. El dibujo, en este sentido, ofrece una escena que el niño puede controlar, imaginar y habitar, sin peligro.

Para que el niño pueda jugar, debe tener un lugar donde estar seguro; solo así se atreve a explorar. 1

Acompañar sin dirigir

En la práctica terapéutica, el acompañamiento exige presencia y escucha, pero también contención de la intervención. Hay que saber estar sin ocupar el espacio del otro. No se trata de interpretar de inmediato ni de traducir simbólicamente cada trazo, sino de sostener la escena, de permitir que el niño sea autor y testigo de su propio gesto.
El hecho de que elija una serpiente, un animal generalmente vinculado al miedo o a lo peligroso, y le construya una cama y un ventilador, nos habla de un intento de transformar, de domesticar, de habitar con eso que inquieta. Una especie de reconciliación imaginaria con algo que podría ser temido, pero que también puede ser alojado.

El miedo infantil muchas veces se arraiga en la sensación de no tener control sobre lo que ocurre; crear algo propio puede ser una forma de compensarlo. 2

Lo simbólico como contención

Desde algunas perspectivas contemporáneas, se ha insistido en el valor del juego simbólico como forma de autorregulación y de acceso al mundo emocional. No es necesario traducir todo a lenguaje adulto para que tenga valor clínico. A veces, basta con ofrecer el espacio y el tiempo para que eso simbólico se despliegue con libertad.

Cuando el niño siente que puede influir en su entorno emocional, su sistema nervioso se calma. Y en esa calma, aparece el juego 3

La serpiente, además, tiene una potencia simbólica que atraviesa culturas y tradiciones. En la iconografía hindú, la kundalini representa una energía vital que reposa en forma de serpiente enrollada en la base de la columna, y que al despertar, asciende y transforma la conciencia. En el taoísmo, se la vincula a los ciclos de la naturaleza, a la adaptabilidad y a la regeneración. Tal vez sin saberlo, el niño estaba dibujando algo más que una habitación: estaba convocando, a su manera, una forma de energía que transforma el miedo en cuidado.4
A veces, lo que necesita un niño no es que interpretemos sus dibujos, sino que le ayudemos a construir ese espacio, a sostener la escena, a habitar su imaginación sin apurarla. Y así, poco a poco, el miedo se transforma. No desaparece por completo, pero ya no está solo. Ahora tiene una cama, una mesilla… y un ventilador por si hace calor.

Terapia infantil en Barcelona y Sitges

Trabajo con niñas, niños y familias ofreciendo un espacio terapéutico donde el arte, el juego, la palabra y el vínculo se entrelazan. Si te preguntas si tu hijo o hija podría beneficiarse de un acompañamiento emocional, o si sientes que algo se está expresando en su comportamiento, puedes ponerte en contacto.

1 Winnicott, D. W. (1971). Realidad y juego. Gedisa. En esta obra, Winnicott subraya la importancia del juego como espacio potencial entre la realidad interna y externa, donde el niño se siente seguro para experimentar y crear sin exigencias.
2 Horney, K. (1937). The neurotic personality of our time. W. W. Norton & Company. Horney propone que la ansiedad en la infancia se relaciona con la pérdida de una sensación de control, lo que puede llevar a respuestas compensatorias que buscan reconstruir una sensación de seguridad.
3 Shanker, S. (2016). Self-Reg: How to Help Your Child (and You) Break the Stress Cycle and Successfully Engage with Life. Penguin. El autor plantea que la regulación emocional infantil mejora cuando los adultos ayudan a crear entornos predecibles, seguros y emocionalmente sostenibles.
4 Eliade, M. (1958). Yoga: Immortality and Freedom. Princeton University Press. En este clásico estudio de las tradiciones orientales, Mircea Eliade explica la simbología de la serpiente en las prácticas de la kundalini como una fuerza regeneradora y transformadora que conecta lo corporal con lo espiritual.